Adriana Paz suma una nueva nominación al Ariel y continúa escribiendo su legado en el cine mexicano
Una mirada dice más que un discurso
A veces, un personaje puede anidar en la piel de una actriz y transformarla para siempre. En Arillo de hombre muerto, Adriana Paz vuelve a demostrar que su oficio no es la actuación, sino la verdad. Con esta interpretación, suma su quinta nominación al Premio Ariel, esta vez como Mejor Actriz, reafirmando el peso y la potencia de su presencia en el cine nacional.
Dalia, su personaje en esta cinta dirigida por Alejandro Gerber Bicecci, es una mujer común enfrentando una pérdida irremediable: la desaparición de su esposo. Es también un espejo de tantas otras historias que habitan este país, marcadas por la ausencia, la violencia invisible y el desgaste burocrático. Lejos de los excesos dramáticos, Paz elige el filo sutil de la contención. Cada gesto, cada palabra y cada respiración de su personaje tiene el peso de lo que no se dice. Y ahí, justo ahí, es donde la actriz encuentra su mayor fuerza.
A lo largo de su carrera, Adriana Paz ha evitado lugares cómodos. En vez de seguir las rutas obvias, ha buscado proyectos que la confronten y que expandan los márgenes de lo que puede ser contado. Desde La tirisia hasta La caridad, de Rudo y Cursi a El autor, su filmografía no es sólo una colección de personajes, sino una cartografía emocional de mujeres rotas, fuertes, complejas, humanas.
Este año no es la excepción. Su agenda incluye películas dirigidas por Diego Luna, Ben Affleck, Arí Maniel y Suzanne Andrews Correa. Una diversidad de geografías, idiomas y estilos que sólo confirma su capacidad de moverse con solidez entre territorios diversos, sin perder nunca su centro ético ni su pulsión creativa.
Ser nominada, entonces, no es solo una celebración a un trabajo actoral. Es también un reconocimiento al compromiso, a la consistencia y a una forma particular de mirar el cine como un acto íntimo, político y necesario.
La ceremonia del Ariel se llevará a cabo el próximo 20 de septiembre en Puerto Vallarta. Pero más allá de la estatuilla, Adriana Paz ya se inscribe entre las figuras indispensables del cine iberoamericano. Su andar no es ruidoso, pero sí profundo. No se trata de acumular títulos, sino de dejar huellas.
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