Cine

La Arriera y el cine queer mexicano: una historia de deseo, resistencia y representación

 

El cine como forma de resistir

 

En una cartelera dominada por narrativas convencionales, solo una película mexicana queer resiste en salas este mes: La Arriera, de Isabel Cristina Fregoso.

Protagonizada por Andrea Aldana y ambientada en un entorno rural, la cinta aborda el deseo, la pertenencia y el cuerpo como territorio de liberación. Sin discursos panfletarios, pero con una fuerza íntima, la película apuesta por la identidad como una construcción compleja y poderosa. Y eso, hoy, también es un gesto político.

Fotografía: Cortesía
Fotografía: Cortesía
Fotografía: Cortesía

El camino del cine queer mexicano ha sido largo, sinuoso y muchas veces silenciado. En 1938, La casa del ogro incluyó al primer personaje homosexual en pantalla, pero reducido al estereotipo del afeminado risible. Décadas después, El lugar sin límites (1977) escandalizó con el primer beso entre hombres, aunque su protagonista fue castigado con la tragedia. Luego llegaron las rupturas: Jaime Humberto Hermosillo retratando el amor sin escándalo, Cuarón sugiriendo tensiones homoeróticas entre íconos del cine comercial, Julián Hernández volviendo poesía el afecto entre hombres jóvenes, y realizadores que pusieron en el centro a mujeres trans, identidades no binarias y relaciones lésbicas en contextos rurales o indígenas.

Películas como Quebranto, Carmín Tropical, El baile de los 41, Las flores de la noche, Cosas que no hacemos, Nudo mixteco y Nunca seremos parte han ido ampliando el mapa de lo posible. Cada una ha sido una grieta abierta en un sistema narrativo que por años negó lo diverso. Hoy, en pleno mes del Orgullo, La Arriera no solo representa a la comunidad queer: también nos recuerda que ver cine es una forma de habitar otras realidades, de imaginar afectos distintos y de desafiar lo que entendemos por normal.

El cine LGBT+ mexicano no es una moda ni un género: es una mirada. Y mirar también es resistir.

@machetecine