El vino perfecto para cada plan de verano: guía breve y deliciosa
Una copa bien elegida puede ser el inicio de algo inolvidable
Las estaciones también tienen sabor. El verano, por ejemplo, sabe a fruta fresca, a piel salada, a pan ligeramente tostado y a vino que se enfría entre risas. A medida que la temperatura sube, los días se estiran y los encuentros se trasladan al exterior, elegir la botella adecuada deja de ser un gesto técnico para convertirse en un acto casi ceremonial. No se trata solo de beber: se trata de armonizar la escena.
Este no es un manual rígido, sino una sugerencia estética. Una forma de pensar el vino como parte del lenguaje de lo cotidiano. Como un elemento más en la composición visual, sonora y emocional del verano que estás viviendo.
Un godello bajo la sombra de los árboles
Para el picnic extendido que se vuelve sobremesa, uno que sucede entre bocados simples, cobijas ligeras y playlists compartidas, elige una etiqueta que no robe protagonismo, pero sí lo merezca. El Zarzal, con su ligereza cítrica y floral, es casi como si el vino también estuviera tomando aire fresco. Enfríalo bien, sírvelo con fruta, pan artesanal, quesos suaves y la naturalidad de quien no necesita más que estar presente.
Un tinto con carácter para el calor del fuego
La parrilla siempre exige algo más estructurado. El fuego pide taninos. Malleolus es un tinto que no teme el calor, que entra en escena como quien sabe lo que vale. Ideal para costillas, portobellos, hamburguesas que se derriten en el pan y conversaciones con el humo dibujando historias en el aire.
La elegancia de un blanco fermentado en madera para la noche japonesa
Hay planes que se arman con precisión estética: vajilla minimalista, piezas pequeñas de sushi perfectamente alineadas, luz tenue, playlist con beats suaves. Para ese ritual, La Revelía: un godello con acidez limpia y notas minerales que encajan con la frescura del mar y el equilibrio del arroz. No es vino para cualquiera, es vino para quien elige la sutil complejidad.
Un rosado para ver cómo se disuelve el día
Cuando el sol se va despidiendo y la tarde adquiere ese color entre rosa y dorado, Elalba se convierte en una extensión del paisaje. Un rosado elegante, floral, fresco, que acompaña sin urgencias. Ideal para ese momento donde nadie pregunta la hora, donde los pies están en el agua (aunque sea en una alberca inflable) y el cielo no necesita filtros.
Brindar no es llenar una copa. Es detenerse, oler el aire, mirar a quien tienes al lado, sentir el momento. Elegir bien qué beber es una forma de decir: esto también es importante. Esto también cuenta.

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