Arte

Carla Rippey y el arte de reconstruir la memoria

 

Las imágenes son ecos que mutan con el tiempo

Hay artistas que hacen de la imagen un contenedor, y hay quienes, como Carla Rippey, la convierten en un campo de batalla entre la historia personal, la política y la memoria colectiva. La imagen interceptada, exposición que se presenta en el Museo Universitario del Chopo, no es un recorrido lineal por la obra de una artista, sino una arqueología afectiva, una reconstrucción de mundos que fueron, que se soñaron o que quedaron suspendidos en un recorte.

La exposición reúne más de 120 piezas en formatos diversos —dibujo, grabado, fotografía intervenida, instalación, cerámica, escultura— en las que Rippey descompone, reapropia y reconfigura imágenes para otorgarles nuevos significados. No se trata de nostalgia ni de melancolía: lo que interesa aquí es la posibilidad de subvertir la linealidad de la historia, encontrar fisuras en los relatos dominantes y habitar las zonas donde el recuerdo se vuelve material de creación.

Lo que la artista ha hecho durante décadas no es simplemente reunir imágenes, sino escucharlas. Fotografías de álbumes familiares, recortes de periódicos, fragmentos de cuerpos anónimos, documentos impresos o bajados de internet… Todo entra en un sistema visual donde la artista funciona como una editora del pasado, una alquimista de la representación. En su taller, el archivo se comporta como un animal vivo que no deja de transformarse.

El recorrido curado por Tania Ragasol propone leer este archivo como una herramienta crítica. En lugar de preservar, Rippey activa: la imagen, lejos de suponer un testigo pasivo, se convierte en detonante, en detonación. Cada pieza pulsa con el presente desde una mirada que, aunque afilada por el tiempo, no deja de ser profundamente actual. Es ahí donde su trabajo se vuelve político: en la capacidad de poner en duda, de revisar, de construir otros relatos posibles con los materiales heredados.

Más que una retrospectiva, La imagen interceptada funciona como un espejo fragmentado en el que la artista —y con ella, el espectador— ensaya nuevas formas de narrar(se). Su archivo personal, recopilado desde los años setenta, revela no solo un ojo crítico sino también un oído atento: Rippey escucha los murmullos de lo que ha sido olvidado por las versiones oficiales.

Rippey, nacida en Kansas pero profundamente arraigada en el México de la gráfica y el activismo, no separa el arte de la política, ni lo personal de lo colectivo. Su paso por París, Santiago, Boston y la Ciudad de México configura una mirada híbrida que dialoga con múltiples temporalidades. En su obra conviven la memoria de la lucha social, el deseo de archivo, la pulsión poética y el gesto feminista. La imagen interceptada es una invitación a detenerse, a mirar con sospecha lo que parece evidente, a encontrar en la repetición y el collage una forma de resistencia. El trabajo de Rippey no busca respuestas; ofrece herramientas para hacer preguntas más incómodas.

@museodelchopo