Con influencias tan variadas como la de (la baronesa, o vampiresa, dependiendo del cristal con que se mire) Amélie Nothomb, la música del compositor Erik Satie, de la concrete poetry y hasta de los caligramas de Guillaume Apollinaire (de donde surge, por ejemplo, la idea de que la tipografía se haga pequeña cuando la protagonista se siente así, empequeñecida por las circunstancias), «Elementos impares» nos presenta a una anti-heroína natural de las ciudades actuales, que vive en un «dating» que es, quizás, una evasión de la realidad, haciendo zapping o
swiping a personas que, como ella, tampoco están verdaderamente interesadas en nada en particular, pero si en el fugaz en el sobreestímulo posmoderno, buscando algo que realmente no desean encontrar.